3 ago 2008

Adios, Alvida, Bye

Todos dicen que es difícil. Sí, lo es. Pero yo no me doy cuenta de eso. Reparo en ello cuando no la veo.

Se siente extraño ir a su casa y no escuchar "¿Luanicita, cómo están tus rodillas?" o "Abrígate que está haciendo frio". Saber que no podrás ver de nuevo a una persona que tanto quieres es doloroso, pero lo es más cuando otras personas que también quieres sufren por esto.

La madrugada del 30 de julio soñé con ella. Para mi desgracia no recuerdo qué me decía. La veía saludable y feliz. Esa misma noche murió. Suena extraño y feo decir eso, murió. Sentí un escalofrío cuando me lo dijeron. No, eso no podía pasar. No podía concebir algo así.


El 31 fue el velorio. Creo que demoré una hora para poder acercarme a verla. Me impresionó. Con los ojos cerrados, la boca llena de algodón y las manos juntas descanzaba mi abuelita en su ataúd. Mi abuelita. Una de las personas a las que más quiero. Aquella persona que siempre nos engreía. No, esa no era mi abuelita, sus manos estaban tan blancas como las mías. No, no era ella.

Durante todo el velorio me sentí rara. Cuando pasaba las galletas sentía que la iba a ver sentada, sonriéndome y tomando una de las galletas que yo ofrecía. Pero ella no estaba ahí. No sentía como si ese fuera su velorio. Era el velorio de otra persona, no de ella, para mi ella seguía en el hospital.

El entierro fue tranquilo. Sin muchas lágrimas. Ninguna de mi parte. No reparaba que era mi abuelita la que estaba siendo enterrada. Odio esas ceremonias. Me llegó tener que llevar una lágrima. Quería que todo acabara.

Regresamos a su casa. Eso sí me chocó. No verla sentada en el sillón de siempre. No comió con nosotros. No se despidió de mi diciendo "Chau hijita, gracias. Abrígate". Su habitación se sentía extraña. Prendí las velas que ella siempre prendía. Ella ya no estaba para hacerlo.

Los recuerdos asaltan mi mente. Las tardes de mi niñez preparando tortas de chocolate para los cumpleaños. Mi lonchera del nido con su arroz con leche. Las navidades alegres. Las tardes viendo Candy Candy y tomando leche. Cuando falleció su hermano y me abrazó llorando. Sus besos. Sus abrazos.


En fin, este fue mi desahogo. No soy de llorar. Por lo menos, no delante de la gente. Odio hacerlo. Te extrañaré, abuelita.

Tengo cara de trauma no sé por qué. Eso fue hace un par de año creo.